lunes, 6 de agosto de 2012

f(x) = senx


Agosto en Madrid, otro agosto en Madrid. Digo, esta vez va a ser diferente, pero sé que no, que por mucho que me empeñe, será como otros agostos anteriores. Entonces me fijo en que esto es una norma universal, y que no sólo me afecta a mí, sino a todo el mundo, y no sólo al mes de agosto sino a cualquier partición convenida del tiempo. Los seres humanos despiezamos el tiempo como quien parte una tarta, y todos los trozos nos salen cuidadosamente iguales, si no, fijaos en que todos los lunes son idénticos. También, un sábado es igual a otro sábado, pero un domingo no tiene nada que ver con un martes. Los días se repiten con disciplinado orden, de la misma forma que las estaciones. Incluso las horas: las 9 de la noche de un miércoles es igual a las nueve de la noche de otro miércoles pero diferente a las nueve de la noche de un viernes, o las doce del medio día del mismo miércoles. Por supuesto, esto es más notorio en fechas señaladas, a nadie se le escapa que entre un día de Navidad y el siguiente y el anterior, no existe ninguna diferencia. Podemos decir que nuestras vidas siguen funciones trigonométricas, son ondas que se propagan siguiendo una pauta cíclica. Un máximo, un punto de inflexión, un mínimo, un máximo, un punto de inflexión, un mínimo,…
Esto es así y tenemos que aceptarlo, diréis todos, pero resulta que no, que se puede hacer algo para conseguir que  cada vez que nos levantemos no sepamos ni donde estamos ni qué va a ser de nosotros. ¿Cómo?, pues la cosa no es nada fácil, la verdad, además entraña sus riesgos, y la cooperación de todos. La idea consiste básicamente, en ir cambiándonos unos por otros, de modo que, por ejemplo,  yo tomo el lunes de otra persona y le cedo el mío, y así sucesivamente. Es decir, un día salgo de casa y entro como siempre a desayunar en la cafetería de la esquina, me siento a una mesa y después de tomarme un café con porras, me levanto y atiendo la mesa de al lado. Entonces, Matías, el camarero, se quita el delantal y acude a mi oficina. Yo después de despachar un par de mesas, me voy con una señorita ejecutiva de una multinacional que ha pedido un cruasán a la plancha y dejo a su acompañante atendiendo la barra que a esas horas se pone imposible. Asisto a una reunión en la que mantengo firme mi postura de no aceptar el plan de marketing presentado, y salgo a la calle, cojo un taxi, pero nada de pasajero como siempre, sino de taxista, y llevo a un señor a Manuel Becerra y ahí lo dejo, con el taxi. Yo subo a su casa, me siento en un sillón comodísimo, tras apartar a un perro de lanas, y su mujer me ofrece una cerveza con unas peladillas que yo acepto encantado.
A la mañana siguiente, ya veremos.

2 comentarios:

  1. acabo de llegar de mis minivacaciones (o las de otro). gracias por estar ahí.

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