viernes, 18 de enero de 2019

Años vacíos








No hay nada más atrasado que el periódico del día anterior, dicen. A mí siempre me ha parecido una exageración, aunque entiendo perfectamente la idea que se quiere transmitir de fugacidad de la actualidad. Y es verdad, el presente solo dura como presente un instante, inmediatamente pasa a ser pasado, pero si un diario al día siguiente de su publicación ya nos parece que pertenece a la historia, qué pasa con algo que abarque un periodo de tiempo mayor a un día. Un año, por ejemplo.

Hoy es día 18 de enero y aunque ya me he acostumbrado perfectamente a que estamos en el año 2018, perdón, 2019, aún tengo morriña del anterior, y la morriña, ya se sabe, nos lleva a rebuscar entre papelotes. No solo fotos, también papelotes, y entre los papelotes que he rebuscado de repente ha aparecido un sobre bastante gordito con algo en su interior que hace que sea eso, gordito. Lo he abierto, sorprendido por no haberlo hecho en todo un año, y ¿qué me encuentro en su interior? Pues nada más y nada menos que un calendario de mesa, sin estrenar, aún con su envoltorio de plástico transparente, del año 2018. Yo, como todo el mundo, recibo varios calendarios y siempre utilizo uno, solo uno los otros los tiro, para anotar las cosas que tengo pendientes para hacer cada día, de modo que todos mis calendarios al final de año son un follón de notas que se superponen unas a otras. Pero este calendario que me he encontrado en su sobre, estaba inmaculado, impecable, virgen... coño, sin estrenar, ya lo he dicho. Esto tiene mayor alcance de lo que parece a simple vista. Es toda una metáfora. Un calendario del año anterior, vacío, con todos sus días en blanco, representa un año que no se ha utilizado. Un año que se ha tirado a la basura, tal como yo acabo de hacer con el que me he encontrado de 2018 en su envoltorio. 365 días idénticos, ninguno con nada destacable que hacer, son 365 días desaprovechados, un desperdicio. Tenemos que ser más cuidadosos y tratar de dar contenido a cada día que tenemos por delante, llenarlo de anotaciones, es la única manera que conozco de estar vivo. Esa es nuestra responsabilidad. No es necesario organizar expediciones a Alaska los martes, bajar a un volcán los miércoles y dar de comer a los tiburones los viernes, basta con pequeñas cosas que hacer, un simple paseo puede valer, o visitar a un amigo o ir a ver un espectáculo.

Ahora mismo, para reafirmar todo lo que he dicho, voy a coger mi recién estrenado calendario del 2019 y al buen tuntún voy a anotar en un día cualquiera, salir a dar un paseo largo por el campo. Espero que llueva pues me encanta andar bajo la lluvia.









3 comentarios:

  1. Haces bien, Joaquín, seguro que hay alguien a quien le viene fenomenal, además, una agenda es más que un simple calendario, ahí si que da para anotar mogollón de cosas. ¡Pedazo de vida!

    ResponderEliminar
  2. Este año, no lo siento como que haya cambiado. Es raro, pero, hasta hoy, cada día me costaba decir el número en el que estamos. 2018?, 2019?...

    Tito,gracias. Leyendo tu relato, sé perfectamente en qué año vivo.Qué alivio!!

    ResponderEliminar
  3. gracias a ti, anónimo, te aseguro que no es normal que yo sepa el año en el que me muevo así que no te fíes mucho, lo mismo estamos en 2020 o 2021.... ¿O puede ser 2015? Me tomaré un café con horchata, creo que ayuda a despejar la mente ;-)))

    ResponderEliminar