jueves, 23 de marzo de 2017

Escribir es mi trabajo



                                                                     simpático bloguero regalando lo que no le pertenece





Hace muchos años, exactamente 9, yo trabajé como director creativo en una campaña publicitaria del Ministerio de Cultura contra la piratería. La campaña constaba de tres spots para TV, además de distintas piezas de publicidad exterior, revistas, prensa y una acción online que consistía en una especie de concurso con testimonios sobre la piratería. Yo he trabajado en campañas para Renault, Volvo, detergentes Ariel, más blanco no se puede, refrescos, alimentos congelados… he participado en campañas ganadoras alguna con un premio internacional, y otras que sin ser la bomba han cumplido con las expectativas del cliente, pero tengo que decir que  jamás he trabajado en ninguna con tantas críticas recibidas como la mencionada de hace 9 años contra la piratería. Se dijo de todo para denigrarla: que mostraba las mentiras más difundidas sobre la propiedad intelectual, que quién se podía creer que bajar archivos de Internet fuera un robo, que era lo más ridículo que habían visto, que si en eso se gastaba el dinero el Ministerio de Cultura más valía que se fueran todos a fumar porros a la playa (que por cierto no veo por qué tiene que ser una cosa o la otra)… naturalmente quién decía todo esto eran los que participaban de la piratería, bien beneficiándose de bajar archivos de la Red para su uso particular o bien siendo el webmaster de los portales piratas que no paraban de traficar información. España, creo recordar, era el país con mayor número de bajadas ilegales en toda Europa (ignoro el ranking actual). Todo un mérito ganado con el sudor del trabajo de los demás.
He de confesar que hasta ese momento yo no fui plenamente consciente de que las descargas ilegales implican que estás robando algo a alguien, de hecho, yo también participaba de la juerga. Por eso era necesaria esa campaña de divulgación emprendida por el Ministerio de Cultura dirigido por César Antonio Molina, para que zoquetes como yo nos diéramos cuenta de que robar está pero que muy feo. En mi caso caló plenamente el mensaje que yo mismo redacté y jamás he vuelto a descargar ningún contenido de forma pirata.
 Lo que yo no sabía entonces es que años más tarde volvería a ser protagonista de la piratería, en esta ocasión como víctima, pues uno de mis libros, El Astrofísico que era poeta y otras cosas peores, está a disposición libre en un portal pirata, junto con otros cientos de títulos. Se ve que no hice del todo bien mi trabajo entonces y ahora lo estoy pagando en mis propias carnes. Y me duele mucho más por los otros escritores que por mí mismo, no porque vaya de colega ideal sino porque en mi caso me roban muy poco pero hay cientos, miles de escritores que viven de su trabajo que sí se ven profundamente afectados porque les roben todos los días unos cuantos libros.
Me he sumado a la iniciativa de un nutrido grupo de escritores coordinada para que hoy bajo el título “escribir es mi trabajo”, difundamos en nuestros blogs el mensaje de que cada vez que alguien se baja un libro de forma pirata, le está robando al autor, al editor, a la librería, al distribuidor, al maquetador, al corrector, al diseñador de portada… está robando a mucha gente, no solo a ese pedante escritor rico y poderoso.
Ahora, hay un bloguero, que está difundiendo enlaces a páginas piratas para que la costumbre de robar libros no decaiga. Espero que mi pequeña contribución contribuya a neutralizar su mala acción.

Gracias y siento la chapa que he soltado porque además sé que entre los lectores de La Tertulia Perezosa, no hay ninguno que piratee libros, y en caso de que hubiera alguno, ahora le habrá pasado lo que a mí en 2008, que no lo volverá a hacer convencido de que perjudica a muchas personas que viven de los libros.


Gracias de nuevo, amigos.





Por cierto, quien quiera alguno de los míos (libros), solo tiene que pinchar en la portada del que prefiera, justo a la derecha. Irá directamente a la página de la editorial y a partir de ahí, yo ya no tengo nada que ver.




5 comentarios:

  1. Un tema peliagudo. Y no lo digo porque opine de forma distinta, ya que cualquier persona sensata condenará la tropelía que se comete en este país con los libros, las películas y la música. Pero quisiera hacer una reflexión, aunque probablemente no venga a cuento.

    Como casi todo lo que sucede en una región, es derivado de nuestra educación y cultura. Sabemos que está mal piratear, robar, evadir impuestos, el nepotismo, la corrupción... y aún así son prácticas que continúan en pleno auge. Casar nuestra idiosincrasia con la legalidad muchas veces parece tarea imposible; y las sanciones no parecen causar el efecto disuasorio que todos desearíamos. Sin embargo, últimamente veo a la industria de la cultura y el entretenimiento haciendo algo más que interponer denuncias. Por fin han llegado las plataformas para ver series y películas (Netflix, Amazon, etc...), existe Spotify para escuchar música y hay webs especializadas en la venta de libros electrónicos, aunque este último formato no acabe de sustituir al libro tradicional. Todas estas opciones a un precio más que razonable. Y creo que ese es el camino a seguir para, al menos, reducir la piratería: seducir al consumidor, convencerlo. No decirle que es mala persona, por mucho que esa apreciación se acerque a la verdad, porque el defraudador se puede sentir marginado, en un bando opuesto. Hay que ganarlo para la causa. Y, por muy absurdo que parezca, pueden verse apartados y despreciados. Y entonces, aunque sea con argumentos absurdos, se enquistarán en su forma de actuar. Hay que captar a los piratas, hacerles ver lo positivo de pagar por consumir, no lo negativo de su desfalco. Han de querer participar. Como diría el encantador de perros, "estímulos positivos".

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    1. Todo lo que tengo que decirte se resume en una frase: estoy de acuerdo, Mazcota, tienes razón.
      Pues ya está. Good point, como diría un colega mío de profesión.

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  2. Estoy de acuerdo, claro. Pero quizá haya que adaptarse a las tecnologías actuales y buscar una nueva fórmula que sea más justa en el porcentaje que se reserva al autor (y no ese ridículo 10%) y abarate el precio del producto. ¿Cómo? Eliminando intermediarios.
    Piratear no, pero lo que se cobra por los ebooks también me parece una estafa. Hay que luchar contra la picaresca, pero contra la de todos, usuarios y comerciantes.

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