sábado, 11 de febrero de 2017

Llueve tras los cristales







Aquí, en mi casa, observando cómo el cielo se desmenuza en enormes gotas de agua, me da por pensar en cómo nos desmenuzamos las personas. Nos disolvemos en el tiempo como si fuéramos azucarillos en un vaso de leche caliente, así, sin darnos cuenta. A medida que nos hacemos mayores perdemos corporeidad, pero como seguimos existiendo, eso significa que cada vez nos hacemos más fantasmas.
Esto, dicho así, no lo entiendo ni yo, de modo que lo voy a explicar con un ejemplo inventado: Esta mañana he estado en la playa jugando al balón con un vendedor de ostras. Pues bien, mientras jugaba al balón con el vendedor de ostras, yo era corpóreo al 100%, pero cuando dentro de un tiempo recuerde la mañana de hoy, tanto el vendedor de ostras como el balón como yo mismo seremos fantasmas. Y claro, en nuestra vida cada vez hay más fantasmas. Ahora ya está claro, ¿no?
El truco está en intentar que los fantasmas siempre sean estupendos, lo que no impedirá en modo alguno que nos entristezca contemplarlos. A los que no nos dan miedo los fantasmas, a cambio nos dan un poquito de lástima. Cualquier recuerdo, incluso los mejores, te dejan un poso de tristeza. Yo, cuando quiero llorar, todo lo que tengo que hacer es ponerme a recordar mi pasado y curiosamente cuanto mas felices sean los momentos evocados, más lloro. Se ve que es un pasado de llorar, pero no me quiero engañar, todos los son, al menos cuando no para de llover. Sin embargo eso no le ocurre al futuro; en el futuro no hay ni un solo fantasma, de modo que no podemos encontrar nada que nos entristezca. Eso sí, hay que tomar la precaución de que en el futuro sigamos siendo corpóreos, tenemos que asegurar que seguiremos pasando mañanas en la playa jugando al balón con algún vendedor de ostras. Gran parte de las personas que he conocido, antes de morir ya  se habían convertido en fantasmas porque ya no tenían ganas o posibilidad de materializarse. Eso es terrible, es lo peor que le puede pasar a alguien que esté vivo. Hay que evitarlo a toda costa y seguir siendo corpóreos.


Busquemos un vendedor de ostras, comprémosnos un balón y vayamos a jugar a la playa, una mañana de vez en cuando.






9 comentarios:

  1. Respuestas
    1. es la sabiduría de acumular muchos fantasmas, amigo Franciso

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  2. Cada vez me siento más fantasma, incorpóreo, traslúcido.
    Mr Celofán, como en el musical Chicago.
    Cuando me fui a Burkina una de las pocas cosas agradables que te pasaban es que volvías a ser visto por las mujeres, y mujeres jóvenes.
    Habia dejado de ser Mr Celofán, quizás por lo exótico de ser blanco...
    8 años después vuelvo a transparentarme..., thaïs is the end, me temo.
    Ni balones ni hostias, digo ni ostras

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    1. venga, venga tenemos muchas ostras por delante, y alguna que otra hostia, pero así es esto que llamamos vida.

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  3. El sabor de la nostalgia es agridulce. Si sabe amarga eso es que la nostalgia está en mal estado. En tal caso, las normas de seguridad dictan que hay que abandonar inmediatamente el pasado y dirigirte al futuro, donde, en efecto, no hay fantasmas; pero sí promesas, de más días lluviosos, y también soleados.

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    1. Pienso que debería ayudaros,estáis de paliza los tres. Id pasando por mi consulta, que igual hasta me hacéis un favor a mí y os cuento "mis cuitas"...

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    2. filosóficas palabra y por tanto sabias, César. Y... Carmen, encantados pasaremos por tu consulta, al menos cuenta con mis cuitas

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  4. Los recuerdos son sencillamente recuerdos. Lo vivido, vivido está. Además, a parte de ser fantasmas, son traicioneros. Hay quien tiende a recordar las cosas de forma positiva; en cambio otros, un mismo suceso, lo rememorarán con amargura. Así que no debemos hacerles demasiado caso, y menos aún dejarlos a los mandos de nuestra nostalgia.

    Eso sí, lo que me tiene anonadado es que tu día memorable sea aquel en el que estuviste jugando a la pelota con un vendedor de ostras. Aunque tampoco te juzgo, porque cada uno tenemos nuestras filias. Yo, como mucho, recuerdo haber jugado algún día al dominó con un cazador de caracoles, pero está claro que no es lo mismo.

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    1. No tiene por qué ser malo irte al pasado, incluso es bueno. Casi siempre el pasado es una advertencia.
      Por cierto, ¿qué tendrán los moluscos que tanto poder de evocación tienen en nosotros?

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