lunes, 6 de febrero de 2017

Argumentos no válidos








Por la autoridad que me confiere haber seguido hace tiempo un curso sobre el método científico y haber entendido gran parte de su contenido (era en inglés, no creáis que el vacío se debía a otras causas también posibles), estoy en condiciones, yo diría que de forma colegiada, para distinguir si un argumento se ajusta a lo que de forma objetiva se llama “de rigor científico” o se trata de cualquier otra consideración (demagogia, manipulación deliberada, manipulación inconsciente, pistas falsas, obcecación, a mí no me baja de la burra ni mi abuela…).

En este caso voy a hablar de un asunto irritantemente repetido en diferentes foros y siempre con el mismo efecto de suscitar la discusión, normalmente apasionada, entre dos posturas enfrentadas sin que ninguno de los bandos contendientes escuche al oponente y desde luego, sin llegar a ningún acuerdo en la totalidad de los casos.
Me parece obvio decir que es imprescindible mi intervención como ecuánime mediador.

Punto de partida o frase desencadenante:

“En vez de tanta atención a los animales y defender sus derechos, deberían fijarse más en las personas y los niños que pasan hambre”

Si alguien pronuncia esta frase al final de una cena entre varios amigos, puede dar por seguro que  el postre permanecerá intacto en sus platos durante horas. Inmediatamente todo el mundo empezará a gritar qué es lo que piensa sobre esa frase trampa, sin importarle el destino de los canutillos de crema que con tanto cariño alguien se ha molestado en comprar congelados. Cada cual, después de decantarse claramente por uno de los “dos bandos posibles”, expondrá su experiencia personal ilustrándolo con ejemplos que a nadie importa. Eso en la primera fase. En la siguiente, alguien dará un palmetazo en la mesa y dará a conocer su punto de vista a voz en grito y lo proclamará como único y verdadero, y a partir de aquí se puede esperar ya cualquier cosa.

Error, gran error. Todos han caído en la equivocación de considerar a la frase desencadenante como si fuera una hipótesis sobre la que cabe discutir su veracidad, debatir si es moralmente aceptable o no, aportando argumentos y mañas en la oratoria o lo que sea, y resulta que esa frase desencadenante no es una hipótesis. Más quisiera la pobre, esa frase más bien es una tontería, una enorme tontería. Decir, como ha dicho el papa, que “En vez de prestar atención a los animales más valdría preocuparse por los que pasan hambre” es tanto como decirle a un filósofo en el momento en que estuviera viendo un partido de fútbol, “más vale que en vez de mirar el Getafe-Osuna, estuvieras pensando sobre la sutil trascendencia de la visión poliádica de la ignorancia”. Creo que con este ejemplo tan rebuscado no es necesario dar más explicaciones, pero para seguir con el método científico, completaré el análisis y al final ponemos de nuevo el ejemplo.
La frase de inicio es tramposa porque propone como opuestas dos ideas que no lo son; son independientes y además, a priori,  ni se excluyen ni se incluyen entre si, de modo que ambas son posibles. Podemos tener personas que se ocupen de los animales y que además también lo hagan de los niños. O no, quién sabe, pero en cualquier caso son sucesos independientes. El hecho de renunciar a preocuparse por los animales en modo alguno iba a beneficiar a las personas que necesitan atención. Entonces, la frase inicial de partida tendría que haberse formulado de la siguiente manera: “Deberíamos fijarnos más en las personas y en los niños que pasan hambre”. Así, sin tratar de relacionarlo con los animales ni con familiares lejanos que a lo mejor son pesadísimos. Si lo mezclamos hay una intención hipócrita de culpabilizar a los que nos gusta tener animales en casa y tenerlos además bien cuidados; esa frase en la que se mezclan animales y humanos se dice con la intención de que nos sintamos culpables por llevar a nuestro gato al veterinario, como si el hecho de no hacerlo provocara que inmediatamente apareciera un médico del Suma en una aldea de la India.
Ahora ya podemos poner el ejemplo anterior, o este otro: “en lugar de estar escuchando a Serrat más te valía ir a la ópera”.

Otro día, bajo este mismo epígrafe de argumentos no válidos hablaré de religión y más adelante, si le echo huevos, de los toros. Avisados quedáis.


Ah, se me olvidaba: yo creo que si enseñamos a los niños a querer a los animales, conseguiremos que automáticamente también quieran a las personas.   Pero esto es una opinión, no un hecho (por seguir con el método científico).













9 comentarios:

  1. completamente de acuerdo con el método científico con lo que dices y sobre todo con tu opinión final

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    1. gracias ojalá haya muchos más por el bien de los animaluchos y por el bien de las personas

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  2. Me encanta que hayas plasmado con rigor científico lo que he venido pensando siempre ante tamaña memez hipócrita y absurda. A ver si le echas huevos...

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    1. gracias por tu apoyo. Veré... hay que echarle muchos, no te creas

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  3. Certera utilización, no del método científico, sino de la simple y llana lógica. Ya que anuncias que un próximo tema de este rincón del saber serán los toros (yo lo hice en mi blog; que dios te coja confesado), te sugiero que apliques tu método a otra falacia. Cuando comentas el horror que supone la tortura de un toro, siempre hay alguien que te replica diciéndote lo mal que lo pasan las gallinas en las granjas avícolas o las ovejas en los mataderos. O sea, como si un mal general justificase un mal en particular. Según eso, ¿cómo vamos a indignarnos por las violaciones a mujeres, con la cantidad de asesinatos que hay?
    En fin, dejo el asunto en tus manos.

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  4. Es verdad César, tú ya lo trataste en La fraternidad de Babel. Bueno, no te fue tan mal, conservas a todos tus amigos. Si me decido, mencionaré lo que dices, veremos. ;-))

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    1. y muy acertado el ejemplo de las mujeres violadas y los asesinatos, también válido para lo tratado más arriba. Bueno, es válido para cualquier argumento simplista con la misma estructura.

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  5. Pues me has dado una idea. El próximo día que me encuentre en una sobremesa con un postre tan apetitoso expondré el tema; por supuesto, sin posicionarme. Solo intervendré ocasionalmente, y con la boca llena, cuando vea que uno de los dos bandos flaquea, para que no decaiga el debate. ¡Me voy a poner hasta las cejas de canutillos de crema!

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    1. jajajaja, me gustaría coincidir contigo en esa cena seguro que me lo pasaría de miedo.

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