lunes, 4 de julio de 2016

El paso del tiempo







Hace un calor de mil pares de demonios y eso me recuerda que estamos en el mes de julio. No es broma, se me ha echado el verano encima, de repente me encuentro con que la mitad del año ya ha pasado. Cuando llegue Navidad diré que parece mentira lo rápido que ha llegado el invierno, y es que cada vez pasan más rápidamente los años, maldita sea.
Azorín era un escritor angustiado, mejor dicho, obsesionado (la obsesión es la fase previa a la angustia), con el paso del tiempo, por la fugacidad de la vida. A él se le notaba en sus novelas y a mí, como todo funciona a escala, se me puede notar en un par de microrrelatos. Uno de ellos se llevó un premio, exactamente el segundo.



TMPO



Fue casi instantáneo. Repentinamente el tiempo se comprimió. Los años se quedaron reducidos a meses y los meses pasaron a ocupar menos de una semana. Las horas se aplastaron reduciéndose a segundos y los segundos dejaron de existir. 
Fue un accidente. Una vez más por exceso de velocidad. Últimamente el tiempo iba tan rápido que chocó, sin poder evitarlo, contra un agujero negro y se quedó tan chafado como una lata de cerveza.
El espacio sonrió malévolamente al ver a su gran rival, el tiempo, detenido, fuera de combate, probablemente para siempre.
Más adelante o quizá en ese mismo momento, ya no tenía sentido hablar de cuándo, lo echó muchísimo de menos.


AÑO MENGUANTE



Román esperaba todos los años la llegada de la primavera con verdadero entusiasmo. No era algo nuevo, aparecido con la edad, sino que le había pasado siempre, desde que era niño. Quizá por eso lo sintió tanto cuando un año ocurrió algo insólito: no hubo primavera. No es que se alargara el invierno, o entrara antes el verano; sencillamente ese año tuvo sólo nueve meses y justo los tres que faltaron eran los correspondientes a la primavera. Lo curioso del fenómeno es que así volvió a suceder al siguiente año y al siguiente, de modo que a partir de entonces los años se sucedían sin primavera. Román, entonces, empezó a disfrutar con mayor entusiasmo del verano y ya estaba prácticamente acostumbrado a tener sólo tres estaciones, cuando llegó un momento en que tampoco hubo verano. Pasó lo mismo que cuando desapareció la primavera, no quedó ni rastro. Sólo seis meses  y ya estaban celebrando la llegada del siguiente año, que como era de prever, también pasó directamente del invierno al otoño. Y pasaron muchos años que eran medios años cuando finalmente sucedió algo que ya estaba esperando Román: años de tres meses. Sólo invierno, invierno, invierno,… hasta que llegó un día, bastante frío, claro, en que también desapareció el invierno, con lo que a Román no le quedó otra salida que morirse. Y así vive desde entonces, completamente muerto, pasando años que no existen.





6 comentarios:

  1. Me gusta mucho el relato de Román, pero no hay que ponerse triste por él, los años se fueron haciendo cada vez más cortos (y más fríos) pero los vivió, intuyo, con placer. Para algunos los años pasan sin existir, y eso que están vivos.

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    1. cierto, mejor el caso de Román sin ninguna duda. ¡Ha tenido años completos!

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  2. Muy chulos los dos relatos. Quizá cueste un poco más empatizar con el primero, por eso de que los protagonistas son etéreos y difíciles de situar en la imaginación. Casi me ha recordado a una fórmula matemática perdiendo a uno de sus componentes. Por cierto, al final de la introducción, no me ha quedado claro si fue el segundo relato el que se llevó el premio, o si uno de ellos se llevó un segundo puesto clasificatorio, o si el premio que te dieron consistía en un segundo temporal.

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    1. jajaj, sí le dieron una fracción de minuto, ya que se trataba de un microrrelato.

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  3. Chapeau, sobre todo por el segundo. Bonita metáfora de lo que significa el momento de morir.

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