viernes, 2 de agosto de 2013

Tal como éramos





La mejor manera de encontrase con uno mismo es encontrase con alguien al que hace mucho tiempo que no ves, y fue muy amigo tuyo. Es como mirarte en un espejo de azogue, y digo de azogue porque la imagen reflejada parece ser de otro tiempo. Te miras ahora y lo que ves es de hace muchos años, a veces, hasta te ves virado a sepia, o incluso en blanco y negro. Esos espejos cuando se rompen, es como si rompieras con tu pasado. Yo tengo una caja, de esas antiguas de Colacao (que eran de lata), llena de trozos de espejos de azogue que he ido rompiendo a medida que me miraba en ellos. No a propósito (bueno, algunas veces he de reconocer que sí), sino porque se me caía de las manos por el susto de verme tal cómo era entonces. Lo malo, es que los espejos siguen siendo espejos aunque estén rotos, y cada uno de esos trozos me devuelve a mi pasado de forma testaruda y cruel.
Como decía al principio, que enseguida se me va el santo al cielo, la otra forma de encontrarte con el que fuiste hace tiempo, es encontrarte con un viejo amigo, y desde luego, el efecto es aún más demoledor que con el espejo de azogue. Se conocen casos de gente que se ha topado con amigos de la infancia y que han sido encontrados al día siguiente balanceando debajo de una viga. Yo no llego  al extremo del ahorcamiento, pues para empezar, llevo desde hace mucho tiempo una cápsula de cianuro (o de arsénico, ya no me acuerdo) en el hueco de una muela para casos desesperados. Espero poder utilizarla algún día antes de perder la chaveta, pues una vez que la pierdes (y sé de qué hablo), te conviertes en un despojo humano que nada tiene que ver con lo que fuiste (otra vez volvemos al principio) y lo único que haces es parar el mundo de los que tienes a tu alrededor. Yo no quiero hacer eso, de querer para algún mundo sería el mío, no el de los demás.
Bueno, el caso es que como decía, hace poco me encontré con un amigo al que no veía desde la universidad (lo que en mi caso abarca un periodo de tiempo exagerado) y tras una conversación que paulatinamente se fue convirtiendo en una declaración de principios vitales, me di cuenta de que el que fue mi gran amigo, en realidad era un tipo vulgar, ramplón, soso hasta la nausea, aburrido, sin sentido del humor y a pesar de todo, un pedante, como si un tipo así tuviera derecho de presumir de algo. El pobre. Entonces me dije: si hubo un momento en que éramos muy amigos significa que éramos iguales, y o mucho ha cambiado él, o mucho he cambiado yo, o bien… y aquí es donde se me heló la sangre: o bien,  yo ahora también soy un tipo vulgar, ramplón, soso hasta la nausea, aburrido, sin sentido del humor, probablemente un pedante, y cosas peores que ya había advertido en mi amigo, por la sencilla razón de que así he sido siempre.
Al despedirnos, mi amigo me pidió el número de mi móvil, riéndose a  mandíbula batiente sin que nadie pudiera detectar algo mínimamente gracioso, y sin parar de darme palmetazos en la espalda. Yo le di un teléfono falso y salí corriendo en dirección contraria a mi casa no fuera a seguirme.



13 comentarios:

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    1. ¿ein? No capito, ¿lo hemos hablado esto alguna vez? Creo intuir por donde vas pero me temo que es coincidencia.

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  3. Pues, para no perder la costumbre, se me ha ocurrido una tontería:
    Puede que exista, desde que el primer conocido quiso ser desconocido, la manipuladora táctica del amigo odioso. Consiste en hacer creer al oponente que eres la persona más pesada que jamás se pueda encontrar para, falsificando la personalidad, lograr que no quieran saber nada de ti. Y así logran dejarte como un canalla y evitan otro encuentro indeseable.
    Sé que es un poco retorcido, pero hay mucha gente aburrida en el mundo capaz de eso y de cosas peores.

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    1. he de reconocer Mazcota que me superas en retorcimiento (por cierto me gustó mucho un cuento que pusiste hace tiempo en tu blog, el de Cirugía estética, pero no pude subir el comment debido a mi inutilidad general)

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    2. Sé que el tiempo es relativo (como casi todo en esta vida) pero solo hace diez días que lo puse y eso, al menos para mi, no es nada. Y me has alegrado el día. Que digo el día, la semana o incluso el mes con esta declaración sobre mi cuento, y más viniendo de un cuentista tan reputado.
      Y hablando de cuentos, encontré Los trabajos de Heracles en la casa del libro y lo compré. Esto te lo explico para que sepas que aún está vivo y coleando, y reclames tu porcentaje (si es que son así esa clase de tratos con editoriales). Y tranquilo, que si te empeñas en publicarlos por aquí cada vez que andes falto de artiblog lo volveré a releer y comentar con gusto. Aunque si te apetece crear un final alternativo (o algo similar) para la ocasión sería la leche.
      Saludos.

      P.D.: Al final vas a lograr convencerme de que tienes un verdadero problema de compatibilidad con el recuadro de respuestas en los blogs.

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    3. sí, sí, lo que me pasa a mí con los ordenadores es muy deprimente, pues solo se comportan así conmigo. El mismo ordenador en manos de otra persona hace muchas más cosas que cuando se lo indico yo. No caigo bien, podemos decir.

      En cuanto a Los Trabajos de Heracles, tú si que me has dado una alegría. Por un lado, por otro, me pasa como con los ordenadores: no lo entiendo. Llamaré al teléfono que tengo porque la página web de la editorial ya no existe.
      Espero que te gusten Los Trabajos y gracias por comprarlo. Te mantendré informado sobre mis avances para hacer valer mis derechos sobre mi porcentaje, ahora con la certeza de que se ha vendido un ejemplar.

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  4. no sé cómo es tu amigo, pero me parede que eres injusto contigo admitiendo esa ttercera alternativa. Y eso que no te conozco (demasiado).

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    1. gracias anónimo, como no se quién eres y si es que no puedes poner tu nombre o es que no quieres decirlo, pues eso, simplemente gracias.

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  5. Pues a mí me pasa lo contrario. Que no exista complicidad con según que mentes abstrusas me parece un mérito. Si vas con la mente abierta y das oportunidades, más bien temprano que tarde, la gente se retrata (para bien y para mal)

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    1. Sí, probablemente en eso consista la "afinidad". En general, cuando llegamos a un espacio desconocido con gente desconocida, un sistema extraño de guía, nos conduce a relacionarnos con personas afines a nosotros. Eso se podía comprobar claramente en la, ya histórica, mili. Era curioso observar la formación de los diferentes grupitos. También en el primer curso en la universidad, a pesar de que los perfiles son infinitamente más homogéneos, también la gente se distribuye según detecte afinidades. Bueno, es lógico.

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