jueves, 4 de diciembre de 2025

Las maravillas del cuerpo inhumano

 


El otro día me encontré con una amiga a la que hacía tiempo que no veía. Me comentó algo que no tenía ni idea de que pudiera suceder. Por lo visto su tiroides había desaparecido. Así, ¡plas! ¡Ya no tengo tiroides!

 Lo normal, me dijo, es que tengamos un tiroides, de tamaño medio, de unos cinco centímetros por lóbulo, y por lo visto tenemos dos lóbulos. Estábamos hablando de un chisme (no sé cómo llamarlo ni si tiene la categoría para ser un órgano) de buen tamaño, de modo que su desaparición tiene que dejar un hueco considerable.

Después de recordar tiempos pasados comunes y amistades compartidas nos despedimos. Yo procuré, por delicadeza,  no mirar el hueco dónde antes estuvo su tiroides y como no tengo ni idea de dónde situarlo, me despedí de ella sin mirarla. 

Me quedé un buen rato mirando una farola sin quitarme de la cabeza la idea de que se pueda vivir con un tiroides que no tienes. Consulté en mi teléfono móvil para confirmar la información recibida, y efectivamente, existe una enfermedad en que el tiroides va menguando y puede ocurrir que lo haga hasta su desaparición. En estos casos sus funciones son realizadas por medicamentos que hay que tomar regularmente. Vale, pero el caso es que puedes llevar una vida perfectamente normal destiroideado. Entonces se me ocurrió la tontería del día. Todos los días se me ocurre una. 

Pensé en Putin, en Trump y su corte palaciega, en el de El Salvador..., pensé en Netanyahu y pensé que a todos ellos les pasaba algo parecido a lo de mi amiga. Pero su problema no estaba en el tiroides. A ellos, con el paso de los años, les había desparecido por completo el corazón. 

Un hecho sorprendente, sí, pero real. Se puede llevar una vida perfectamente normal, como los casos mencionados demuestran, careciendo de corazón. Como si fuera un simple tiroides. Y ni siquiera es necesario tomar ninguna pastilla.

Otra maravilla más del cuerpo, en este caso, inhumano.